jueves, 2 de septiembre de 2010

EL PEZ DEL ESTANQUE

El pez del estanque ha muerto. Era un koi de gran tamaño que desde hace años vivía solo allí. Él a menudo recordaba cómo de pequeño los humanos le sacaron del acuario donde nació y en el que estaban los suyos y le llevaron junto con otro compañero a ese lugar. Estaban un poco desorientados, pero cuando llegaran otros congéneres formarían una colonia y empezarían una nueva etapa en sus vidas. Las verdad es que nada salió como tenían planeado; su amigo murió pronto y para él lo que hubiera sido un hogar se convirtió en una cárcel. Desde luego comida nunca le faltó porque un humano cada día le lanzaba al agua alimentos. De todos modo el pez hubiera deseado algo más, quizá un poco de compañía… Había un gato que a menudo metía la pata en el agua y la agitaba haciendo círculos, tal vez quería jugar con él, pero ese vaivén le aturdía y le daba miedo.
Pasaron los años y el estanque cada día le resultaba más pequeño y la soledad más insoportable. Hacía tiempo que había renunciado a escapar de allí, total ¿a dónde ir?.
Aquella mañana el humano, como cada día, limpiaba el jardín. El pez no se encontraba muy bien; sentía más tristeza que de costumbre y un fuerte dolor al respirar. Cuando el humano se acercó a darle su comida él pensó en pedirle ayuda, sabía como hacerlo porque después de tantos años oyéndole hablar con los gatos conocía su lenguaje. Luego miró a su alrededor, el pienso que flotaba en el agua, los juncos, la caña que le protegía del sol…Nada de eso merecía ya la pena, así que se quedó quietito en el agua hasta que la vida fue saliendo de su cuerpo, y sus ojos muy abiertos vieron que todo desaparecía y era sustituido por una suave luz. Por fin despacito, despacito, llegó la calma….
El humano estaba muy triste, había recibido una de esas cartas que cuando llegaban le dejaban sumido en la pena. Recordaba cuando la casa estaba llena de vida. Eran otros tiempos en los que el ruido de los niños y la voz cantarina de su compañera lo inundaban todo. Ahora su única y muy preciada compañía eran los gatos y aquel precioso pez que le transmitía tanta calma. Solía sentarse con los gatos al borde del estanque en los ratos de descanso para observarlo. Lo veía nadando tan armoniosamente y parecía tan feliz…Entonces sacaba la comida y la compartía con sus amigos. También dejaba caer unos trocitos de pan en el agua que el pez comía al instante. Era una agradable costumbre a la que todos se habían adaptado, incluso uno de los gatos que durante algún tiempo había intentado cazar al pez haciendo remolinos en el agua con su pata, ya se limitaba a dormitar pacíficamente en la hierba junto al estanque.
Era la hora de entrar en la casa y el humano se lo comunicó a los gatos que jugaban entre la lavanda. Después fue a dar el último vistazo de la mañana al pez. Lo encontró muy quieto flotando sobre su costado con los ojos fijos. Un fuerte dolor le atravesó el estómago. No quería creer lo que era evidente. Lo cogió y le pasó la mano por el lomo. Quería hacer algo por él, cualquier cosa que le hiciera respirar de nuevo, pero era tarde porque ya había muerto.
Sus lágrimas cayeron en silencio deslizándose por los surcos de su cara. La vida le había arrancado un pedazo más de su corazón. Luego miró largo tiempo a su alrededor. Todo seguía igual que antes, y sin embargo pudo sentir que su mundo acababa de hacerse mucho más pequeño.

viernes, 16 de abril de 2010

Volví a caer, y es que la carne es débil. Yo había prometido no volver a comprar en LIDL por su política de “no oferta”, es decir, aquella en la que anuncia a bombo y platillo que para tal día sacará a la venta tal o cual artículo, pero cuando vas a eso de las diez de la mañana , resulta que nada de nada… Llevaba más de un año sin entrar en ese establecimiento pero aquel termocompostador con su “capacidad de 360litros para el reciclaje de desechos orgánico de forma respetuosa con el medio ambiente…” ¡Ay!, que me pudo…Y mira que mi Pepito Grillo me lo decía: no vayas que es mentira y te vas a cabrear. Pero el deseo fue más fuerte que la razón. Así que decidí invertir esa mañana de jueves en visitar el LIDL. No sin cierta dificultad por la distancia que lo separa de mi casa llegué a eso de las 10:30. Di una vuelta por la tienda, sólo un par de minutos para comprobar lo que siempre había sabido. ¡No había compostadores! Me entró mucho, pero que mucho calor y quise gritar, pero como desde niña me enseñaron a ser discreta y educada, respiré con el vientre diez veces y una más para porsi y me dije: pues que los daños sean los mínimos, ya que he perdido la mañana adelantaré la compra semanal. Y así hice, fui al hiper de al lado y llené el carro con las cosas que otros establecimiento además de anunciarlas tienen realmente en sus estanterías.
Y ahora de verdad, prometo por mi conciencia y honor que nunca más volveré a pisar ningún establecimiento de la cadena LIDL.

domingo, 3 de enero de 2010

El búnker

Me encuentro muy sola en este búnker. Es una estancia muy pequeña donde se amontonan dos catres, el equipo de radio, algunos víveres, agua y pocas cosas más. No podría decir cuanto tiempo llevo aquí, pero es demasiado. Cuando se estropeó la radio mi compañero metió en un macuto comida, agua y una linterna y dijo que se marchaba en busca de ayuda: " Te traeré un médico. Te lo prometo"....

-SOS ,SOS, necesito ayuda.... SOS, SOS, ¿alguien me recibe?

A veces veo sombras que me hablan, no entiendo lo que me dicen . Son como ruidos debajo del agua.... Ahora están aquí. Yo las veo acercarse y siento miedo y me agito. Me agarran por los hombros. Pido de nuevo socorro.

-SOS, SOS, ¿Alguien me recibe?. SOS, SOS....

- Quieta, cálmate, te vas a arrancar las vías ....
- Ponedle otro bolo de morfina.
- Tranquila, tranquila, la operación ha ido muy bien....

Ahora sólo veo colores. Los amarillos y naranjas me dan calor y dejo de tiritar. Siento como floto y una corriente suave de agua me lleva muy despacito.

-Descansa, ya pasó todo....

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Anoche Elena, mi compañera de habitación, se encontraba muy agitada. Daba vueltas y vueltas en la cama a la vez que emitía pequeños gruñidos. La luz que entraba por la ventana procedente de las farolas de la calle iluminaba suavemente el cuarto y yo veía a Elena con un brillo líquido por la cara y el cuerpo. Ella decía "ayyy...qué calorina...estoy toda sudá" y daba tragos de agua de su botella. Yo ya empezaba a coger el sueño y a veces estaba allí mientras que en otros momentos aparecía en la cocina de mi casa preparando un bizcocho de chocolate...
Durante unos segundos que abrí los ojos me pareció ver el brazo de Elena que asomaba fuera de la cama; estaba relajado y brillante, y del dedo índice caían lenta y rítmicamente gotitas de agua. Luego volví a mi bizcocho de chocolate.
Esta mañana la habitación está inusualmente silenciosa. Aún no han venido a hacernos la analítica, la toma de la temperatura y todas esas cosas que se repiten cada mañana. Y por cierto, ¿dónde estará Elena?. No la oigo en el cuarto de baño ni en el pasillo. Hay un gran charco de agua junto a su cama, y sobre ella el camisón y las sábanas mojados....
Uf, que sueño tengo todavía. Se me cierran los ojos....qué rico me ha quedado el bizcocho....
Pdt:¿Es el croar de un sapo lo que oigo?

Entre la hierba

Ea, ea, ea
duerme niñito
entre la hierba
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Moreno de luna
si te tuviera
en mi regazo
entre la hierba.

Cervatillo frágil,
ojos de cielo,
tu mamá te acuna
entre luceros.

Una cítara
que te tocara,
y dulce mano
te acariciara.

Entre la hierba
está mi niño,
gotita de miel
dulce suspiro.

martes, 29 de diciembre de 2009

Desde el hospital

A una compañera de habitación le ocurre algo muy extraño: en su cuerpo se forman acumulaciones de líquido que los médicos llaman linfoceles. Entonces le ponen un catéter y durane varios días va drenando hasta que se vacía y aparece otro en un punto distinto de su cuerpo. Así su vientre se va llenanado de agujeros y empieza a tomar el aspecto de un gran queso de gruyere. Los médicos le dicen : "tiene que tomar mucha agua para compensar las pérdidas, que pareces un poco seca."...Ella bebe y bebe. Ayer le oí decirle al médico:"Creo que estoy criando un sapo en la barriga". Él se echó una sonrisa y le pasó un dedo por la mejilla. Yo pienso que no le creyó, pero puedo asegurar que es cierto porque por las noches oigo croar en su cama....

sábado, 1 de agosto de 2009

Amanda

Amanda era una mujer de edad media, ni guapa ni fea, ni gorda ni flaca. Había dedicado su vida a su marido y a sus tres hijos varones. No fue una existencia fácil, pero ella nunca se quejó. Era su trabajo y además lo hacía con amor… Con el tiempo las crías volaron del nido y su marido se instaló permanentemente en el sofá con el mando del televisor en la mano. Entonces ella decidió invertir esos momentos de los que empezaba a disponer en hacer un pequeño jardín en el terrenito de detrás de la casa y que en su tiempo sirvió como tendedero y como parque infantil.
Con mimo y paciencia fue preparando la tierra, seleccionó las plantas que crecerían en ella y las cuidó como si de sus propios hijos se tratara…
Pasado unos años, ya había conseguido un espacio verde, fresquito y lleno de vida. Pájaros e insectos los visitaban con frecuencia, ya que era una fértil isla en medio del secarral donde estaba ubicado.
Ella nunca abandonaba ese lugar durante mucho tiempo, tan solo unas horas de vez en cuando para ir de compras, ver alguna película de estreno, o dar un paseito con su esposo. Su pequeño mundo podía desmoronarse si su creadora lo dejaba de su mano aunque fuera por un día. Pero aquel fin de semana fue especial; el nacimiento de su primer nieto había requerido de su presencia, y eso que ni la contemplación de un bebé tan precioso, ni la felicidad de disfrutar de toda la familia al completo le quitaba de la cabeza la inquietud por sus plantas. Ella sabía que algo iba a ocurrir, se lo decía el corazón.
Por fin era lunes. Cuando llegó a su casa, la atravesó rápidamente camino del jardín. Ni siquiera soltó el bolso de lo impaciente que se encontraba. Una vez allí se quedó como petrificada: había un ambiente sofocante, desde las pequeñas violetas a los frutales más viejos aparecían lánguidos y ella sentía como que la miraban con reproche. Pero lo que más le sorprendió fue una gran nube gris que se había formado a unos metros de altura, justo encima de su propiedad. Era algo extraño porque el resto del cielo se veía completamente despejado. Caminó despacio entre sus queridas flores, se sentía triste. Sólo podía decir lo siento, lo siento mucho… y les acariciaba los pétalos a las camelias, las margaritas, las buganvillas... Luego se sentó en el banco de madera y estuvo allí un buen rato en silencio, absorta… Hasta que el toque de una gota de agua en su mejilla la sacó de sus pensamientos, luego otra en la frente, en la mano… ¡estaba lloviendo! A pesar del día soleado que gozaban, allí mismo, sobre su jardín, la nube que lo cubría estaba descargando una fuerte llovizna. Las hormigas corrieron a refugiarse. Las hostas doblaban sus hojas por el peso del agua. La pequeña alberca se rebosó y se formó un regato que arrastraba algunas hojas caídas hasta los pies de Amanda, pero ella ni se dio cuenta. Estaba allí inmóvil, sentada, sintiendo cómo caía la lluvia, y allí se quedó, con las manos reposando sobre las rodilla y los zapatos empapados.
No sé cuanto duró aquello, pero tengo entendido que fue mucho, mucho tiempo….