viernes, 16 de abril de 2010

Volví a caer, y es que la carne es débil. Yo había prometido no volver a comprar en LIDL por su política de “no oferta”, es decir, aquella en la que anuncia a bombo y platillo que para tal día sacará a la venta tal o cual artículo, pero cuando vas a eso de las diez de la mañana , resulta que nada de nada… Llevaba más de un año sin entrar en ese establecimiento pero aquel termocompostador con su “capacidad de 360litros para el reciclaje de desechos orgánico de forma respetuosa con el medio ambiente…” ¡Ay!, que me pudo…Y mira que mi Pepito Grillo me lo decía: no vayas que es mentira y te vas a cabrear. Pero el deseo fue más fuerte que la razón. Así que decidí invertir esa mañana de jueves en visitar el LIDL. No sin cierta dificultad por la distancia que lo separa de mi casa llegué a eso de las 10:30. Di una vuelta por la tienda, sólo un par de minutos para comprobar lo que siempre había sabido. ¡No había compostadores! Me entró mucho, pero que mucho calor y quise gritar, pero como desde niña me enseñaron a ser discreta y educada, respiré con el vientre diez veces y una más para porsi y me dije: pues que los daños sean los mínimos, ya que he perdido la mañana adelantaré la compra semanal. Y así hice, fui al hiper de al lado y llené el carro con las cosas que otros establecimiento además de anunciarlas tienen realmente en sus estanterías.
Y ahora de verdad, prometo por mi conciencia y honor que nunca más volveré a pisar ningún establecimiento de la cadena LIDL.

domingo, 3 de enero de 2010

El búnker

Me encuentro muy sola en este búnker. Es una estancia muy pequeña donde se amontonan dos catres, el equipo de radio, algunos víveres, agua y pocas cosas más. No podría decir cuanto tiempo llevo aquí, pero es demasiado. Cuando se estropeó la radio mi compañero metió en un macuto comida, agua y una linterna y dijo que se marchaba en busca de ayuda: " Te traeré un médico. Te lo prometo"....

-SOS ,SOS, necesito ayuda.... SOS, SOS, ¿alguien me recibe?

A veces veo sombras que me hablan, no entiendo lo que me dicen . Son como ruidos debajo del agua.... Ahora están aquí. Yo las veo acercarse y siento miedo y me agito. Me agarran por los hombros. Pido de nuevo socorro.

-SOS, SOS, ¿Alguien me recibe?. SOS, SOS....

- Quieta, cálmate, te vas a arrancar las vías ....
- Ponedle otro bolo de morfina.
- Tranquila, tranquila, la operación ha ido muy bien....

Ahora sólo veo colores. Los amarillos y naranjas me dan calor y dejo de tiritar. Siento como floto y una corriente suave de agua me lleva muy despacito.

-Descansa, ya pasó todo....

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Anoche Elena, mi compañera de habitación, se encontraba muy agitada. Daba vueltas y vueltas en la cama a la vez que emitía pequeños gruñidos. La luz que entraba por la ventana procedente de las farolas de la calle iluminaba suavemente el cuarto y yo veía a Elena con un brillo líquido por la cara y el cuerpo. Ella decía "ayyy...qué calorina...estoy toda sudá" y daba tragos de agua de su botella. Yo ya empezaba a coger el sueño y a veces estaba allí mientras que en otros momentos aparecía en la cocina de mi casa preparando un bizcocho de chocolate...
Durante unos segundos que abrí los ojos me pareció ver el brazo de Elena que asomaba fuera de la cama; estaba relajado y brillante, y del dedo índice caían lenta y rítmicamente gotitas de agua. Luego volví a mi bizcocho de chocolate.
Esta mañana la habitación está inusualmente silenciosa. Aún no han venido a hacernos la analítica, la toma de la temperatura y todas esas cosas que se repiten cada mañana. Y por cierto, ¿dónde estará Elena?. No la oigo en el cuarto de baño ni en el pasillo. Hay un gran charco de agua junto a su cama, y sobre ella el camisón y las sábanas mojados....
Uf, que sueño tengo todavía. Se me cierran los ojos....qué rico me ha quedado el bizcocho....
Pdt:¿Es el croar de un sapo lo que oigo?

Entre la hierba

Ea, ea, ea
duerme niñito
entre la hierba
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Moreno de luna
si te tuviera
en mi regazo
entre la hierba.

Cervatillo frágil,
ojos de cielo,
tu mamá te acuna
entre luceros.

Una cítara
que te tocara,
y dulce mano
te acariciara.

Entre la hierba
está mi niño,
gotita de miel
dulce suspiro.

martes, 29 de diciembre de 2009

Desde el hospital

A una compañera de habitación le ocurre algo muy extraño: en su cuerpo se forman acumulaciones de líquido que los médicos llaman linfoceles. Entonces le ponen un catéter y durane varios días va drenando hasta que se vacía y aparece otro en un punto distinto de su cuerpo. Así su vientre se va llenanado de agujeros y empieza a tomar el aspecto de un gran queso de gruyere. Los médicos le dicen : "tiene que tomar mucha agua para compensar las pérdidas, que pareces un poco seca."...Ella bebe y bebe. Ayer le oí decirle al médico:"Creo que estoy criando un sapo en la barriga". Él se echó una sonrisa y le pasó un dedo por la mejilla. Yo pienso que no le creyó, pero puedo asegurar que es cierto porque por las noches oigo croar en su cama....

sábado, 1 de agosto de 2009

Amanda

Amanda era una mujer de edad media, ni guapa ni fea, ni gorda ni flaca. Había dedicado su vida a su marido y a sus tres hijos varones. No fue una existencia fácil, pero ella nunca se quejó. Era su trabajo y además lo hacía con amor… Con el tiempo las crías volaron del nido y su marido se instaló permanentemente en el sofá con el mando del televisor en la mano. Entonces ella decidió invertir esos momentos de los que empezaba a disponer en hacer un pequeño jardín en el terrenito de detrás de la casa y que en su tiempo sirvió como tendedero y como parque infantil.
Con mimo y paciencia fue preparando la tierra, seleccionó las plantas que crecerían en ella y las cuidó como si de sus propios hijos se tratara…
Pasado unos años, ya había conseguido un espacio verde, fresquito y lleno de vida. Pájaros e insectos los visitaban con frecuencia, ya que era una fértil isla en medio del secarral donde estaba ubicado.
Ella nunca abandonaba ese lugar durante mucho tiempo, tan solo unas horas de vez en cuando para ir de compras, ver alguna película de estreno, o dar un paseito con su esposo. Su pequeño mundo podía desmoronarse si su creadora lo dejaba de su mano aunque fuera por un día. Pero aquel fin de semana fue especial; el nacimiento de su primer nieto había requerido de su presencia, y eso que ni la contemplación de un bebé tan precioso, ni la felicidad de disfrutar de toda la familia al completo le quitaba de la cabeza la inquietud por sus plantas. Ella sabía que algo iba a ocurrir, se lo decía el corazón.
Por fin era lunes. Cuando llegó a su casa, la atravesó rápidamente camino del jardín. Ni siquiera soltó el bolso de lo impaciente que se encontraba. Una vez allí se quedó como petrificada: había un ambiente sofocante, desde las pequeñas violetas a los frutales más viejos aparecían lánguidos y ella sentía como que la miraban con reproche. Pero lo que más le sorprendió fue una gran nube gris que se había formado a unos metros de altura, justo encima de su propiedad. Era algo extraño porque el resto del cielo se veía completamente despejado. Caminó despacio entre sus queridas flores, se sentía triste. Sólo podía decir lo siento, lo siento mucho… y les acariciaba los pétalos a las camelias, las margaritas, las buganvillas... Luego se sentó en el banco de madera y estuvo allí un buen rato en silencio, absorta… Hasta que el toque de una gota de agua en su mejilla la sacó de sus pensamientos, luego otra en la frente, en la mano… ¡estaba lloviendo! A pesar del día soleado que gozaban, allí mismo, sobre su jardín, la nube que lo cubría estaba descargando una fuerte llovizna. Las hormigas corrieron a refugiarse. Las hostas doblaban sus hojas por el peso del agua. La pequeña alberca se rebosó y se formó un regato que arrastraba algunas hojas caídas hasta los pies de Amanda, pero ella ni se dio cuenta. Estaba allí inmóvil, sentada, sintiendo cómo caía la lluvia, y allí se quedó, con las manos reposando sobre las rodilla y los zapatos empapados.
No sé cuanto duró aquello, pero tengo entendido que fue mucho, mucho tiempo….

viernes, 3 de julio de 2009

Por fin en casa

Por fin en casa. Después de una semana interminable en el hospital, Guapilinda regresó acompañada de su muñequita. Lo que debía haber sido el feliz momento de dar a luz, resultó una larga y dolorosa lucha. Ella aguantó todo con gran valor: El dolor, el miedo, el cansancio… Sólo quería que su hija naciera bien. El parto se complicó. La madre estaba dispuesta a someterse a cualquier cosa que los médicos decidieran necesario para salvar a su pequeña. No pedía nada para si. Pero cuánto habría agradecido una mirada de ánimo, o una palabra de apoyo. Todo fue tan frío… Una cesárea de urgencia. Los médicos y enfermeras escrupulosamente limpios y eficientes. No se le permitió ni un gesto de dolor, ni una queja. Si sólo la hubieran mirado a la cara unos segundos o apretado su mano para transmitirle un poco de cariño…
Unas horas después, en la soledad de su habitación y abrazada a su bebé, las lágrimas cayeron. Fue un torrente cálido, de sufrimiento contenido, de felicidad, de esperanza… Y él, que siempre estuvo a su lado las rodeó fuertemente con sus brazos. Nadie podría robarles ese momento…